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I
Un refrán muy conocido reza del siguiente modo: A río revuelto ganancia de pescadores. Aplicado en el ámbito de la economía, tal sentencia alude a la posibilidad de aprovechar oportunidades de consumo y/o inversión en un contexto de alto nivel de incertidumbre, especialmente cuando se esperan cambios importantes en las condiciones de mercado. En un escenario así, el riesgo de tomar una decisión podría bordear nuestros límites de tolerancia, pero al mismo tiempo podría suponer para nosotros una rentabilidad esperada sumamente atractiva. El factor clave para minimizar las posibles pérdidas (o maximizar las ganancias esperadas) es elaborar una correcta lectura tanto de las señales de mercado (niveles de demanda y variaciones de precios) como de la reputación de las autoridades de política económica de un país.
Cierto es que podríamos estar tentados a tomar decisiones de inversión motivados por una mera especulación, esto es, por ideas o sensaciones sin fundamento real, pues, al fin y al cabo, el afán de lucro suele ser un importante gatillador de procesos eufóricos de compra y venta de activos; sin embargo, lo más sensato será sustentar nuestras decisiones de consumo o de inversión con expectativas racionales, tomando en cuenta la mejor y más clara interpretación de la información disponible.
Lo descrito puede ayudarnos a entender lo sucedido esta semana con respecto al incremento en las cotizaciones de las acciones de empresas argentinas y de los bonos soberanos del Estado argentino. Además, está vinculado con el hecho de que ya se comenta que importantes corporaciones de alcance global están interesadas en operar en Argentina, dado que hoy se vislumbra un nuevo gobierno que apuesta, en principio, por el libre mercado. Esta primera reacción de los inversionistas internacionales podría ser la típica respuesta automática de una visión de corto plazo, esto es, de una búsqueda de ganancias inmediatas a partir de las primeras señales favorables de cambio de rumbo de la política económica en Argentina.
Hablaríamos entonces de un comportamiento especulativo si fuera el caso que los agentes económicos asumen, por lo menos, dos cosas: (i) que esta “revuelta” favorable tiene solo efectos temporales y (ii) que no son confiables las decisiones de política económica en dicho país. Dado ello, ¿qué determina el punto de quiebre para que los inversionistas extranjeros y locales tengan confianza en que habrá un entorno favorable para realizar inversiones de mediano y largo plazo? Tanto si hablamos de los aspectos macroeconómicos, como de las decisiones de inversión en un sector industrial o, inclusive, en una empresa individual, la respuesta es, sin duda alguna, la credibilidad.
En síntesis, sea en el ámbito de las finanzas o en cada aspecto de nuestra cotidianidad, tomar decisiones de consumo y/o de inversión dependerá del nivel de confianza que tengamos acerca de las condiciones de mercado vigentes y futuras (esperadas). Sabemos, además, que el nivel de confianza depende de cuán creíble es la puesta en práctica de las medidas de política económica que garantizarían un entorno favorable para el funcionamiento de los mercados. Finalmente, resulta evidente que la credibilidad dependerá de la reputación que en el pasado (y en el presente) tengan los responsables de dirigir y ejecutar la política económica de un país.
Se vislumbra, pues, un cambio de rumbo en Argentina y renovadas posibilidades de expansión de líneas de negocio para empresas peruanas que deseen invertir en un mercado que abrirá sus puertas a la inversión extranjera. No en vano las propuestas de La Libertad Avanza revelan que habrá libertad de inversión y crecimiento en un país cuyos gobiernos, en las últimas décadas, sólo se dedicaron a ahuyentar al capital extranjero.
Dicho ello, si asumimos que los agentes económicos toman decisiones de inversión según sus expectativas, no solo acumulando información pasada y presente, sino también interpretándola racionalmente, podemos afirmar que la credibilidad de las decisiones de política económica de un gobierno se sustentará en, por lo menos, lo siguiente:
¿Se podría afirmar que hay confianza en Perú para que se recupere y expanda la inversión del sector privado? ¿Nuestros decisores de política en el gobierno actual gozan de credibilidad? ¿Existen metas y objetivos claramente establecidos y factibles de lograr?
II
El caso argentino es un claro ejemplo de cómo se pueden construir expectativas racionales que estén en línea tanto con las señales que brinda el mercado (a través del sistema de precios) como con la credibilidad de los decisores de política. El presidente electo Javier Milei sostiene en cada entrevista que las claves de política económica de su futuro gobierno son claras y precisas, tales como: (i) Reducir el tamaño del estado, sin dejar de cumplir con los compromisos de pago ya asumidos; (ii) Realizar un ajuste fiscal y reformar el sistema monetario, de tal manera que pueda encaminar el país hacia la estabilidad de los precios de la economía; y, (iii) Desregular los mercados para fomentar la libre competencia, respetando la propiedad privada.
Al brindar un mensaje coherente y detallado de lo que pretende ejecutar como parte de su política económica, lo que hace Milei es transmitir confianza, manteniendo una defensa permanente de un programa de gobierno que ha terminado siendo consistente y, en consecuencia, creíble (recordemos que fue el único candidato que lo hizo público, con la debida anticipación, antes de las PASO de agosto último). En suma, Milei ha definido las metas y objetivos de su gobierno, señalando la secuencia de las medidas económicas que aplicará y clarificando el horizonte de tiempo en el que deberían conseguirse resultados de corto y largo plazo.
Todo ello, que resulta sensato pedir a alguien que aspire a dirigir el gobierno de un país, se ve aún, para el caso peruano, como una tarea largamente pendiente, de difícil materialización. ¿Acaso es imposible?... Esperemos que no.
Por: Eco. Mag. Walter Zuta
22 de noviembre de 2023